ALFREDO KRAUS, LA VOZ INOLVIDABLE

Hoy hace exactamente veintitrés años que se fue para siempre, con setenta y un años de edad, Alfredo José María del Carmen Kraus Trujillo, para mi el tenor más grande del siglo XX. Como homenaje, y en lugar de ofreceros una biografía al uso (que para eso están otros que escriben mucho mejor que yo) quiero compartir hoy con vosotros una experiencia propia, mediante la que tomé plena conciencia de cuál era la magnitud del arte de este canario inmortal.

Hasta el año 1996 para mi la ópera había sido algo que así, de lejos, tenía pinta de soberano tostón. Había piezas que sí, me gustaban, pero ni por asomo se me habría ocurrido sentarme frente al televisor (y mucho menos ir al teatro) para soportar durante dos horas o más un espectáculo que me parecía soporífero.

Alfredo Kraus. Fuente: auditorioalfredokraus.es

Pero ocurrió que en 1996 Alfredo Kraus celebraba sus cuarenta años de carrera artística. Con tal motivo, y como parte de una gira internacional que duraría dos años, se celebró en el Teatro de la Zarzuela de Madrid un concierto en el que, acompañando al maestro, cantaron la mezzosoprano Marta Senn, la soprano Yolanda Auyanet y el barítono José Rodríguez. En la primera parte, dedicada a la zarzuela, se representaron escenas de “Doña Francisquita”, de Amadeo Vives; en la segunda, el “Werther” de Massenet me descubrió un mundo nuevo y maravilloso… Cuando escuché las primeras notas: "Toute mon âme è la..." un escalofrío me recorrió el cuerpo. Sentí que el tiempo se paraba. Mi oído era incapaz de captar ningún otro sonido que no fuera aquella voz de técnica rayana en la perfección, que transmitía una melancolía lírica sublime... Y así, me enamoré perdidamente de un género por el que, hasta entonces, no había sentido ni la más mínima curiosidad. Un algo extraño y maravilloso, que va más allá de las palabras, de la música y de la puesta en escena, me atrapó. Fue un flechazo.

Cuando uno se enamora de alguien desea, necesita saber más: trata de conocer sus gustos, sus deseos, qué es aquello a lo que teme… Porque es ese conocimiento el que afianza (o va socavando) la primera impresión. De igual modo, para amar más y mejor la ópera (o para darnos cuenta de que nuestro enamoramiento inicial ha sido un espejismo) el mejor modo es tratar de conocerla lo mejor posible. Por eso, al día siguiente de aquella retransmisión, fui a comprar una grabación en audio de la ópera completa (en vídeo no la encontré, al menos no con Alfredo Kraus como Werther) y me hice con el libreto traducido al español. Y mientras, al tiempo que escuchaba, seguía las palabras impresas, me iba dejando envolver por el sinfín de sensaciones que me transmitía. Y me di cuenta de que mi primera impresión se iba afianzando más y más.

A Alfredo Kraus ya le había escuchado alguna vez cantando zarzuela; y, aunque la zarzuela me encanta, su voz nunca me había impresionado tanto como aquella noche por televisión. Porque viví uno de esos momentos mágicos que se producen a veces, en los que voz y música son capaces de transmitir emociones de forma tan poderosa que llegan hasta el alma del espectador.

Llevo una espina clavada, y es la de no haber tenido ocasión de escuchar al maestro de maestros en vivo. Casi no me atrevo a imaginar cuán impactante hubiera sido. Con todo, las grabaciones en audio y video que nos dejó serán para mi siempre algo muy especial, muy mío. Porque él fue el que me abrió las puertas de un mundo en el que siempre encuentro respuestas.

Para ilustrar esta entrada, os dejo aquí una lista de reproducción con una selección de arias interpretadas por Alfredo Kraus. Cerrad los ojos y escuchad, dejad que música y voz hablen a vuestros más profundos sentimientos...

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